Un día, un granjero escuchó un espeluznante sonido al pasar junto al pozo que tenía en el exterior de la casa. Era un pozo abandonado, que el hombre no utilizaba, y estaba seco, sin agua. Al asomarse, descubrió que su mula se había caído al pozo, y estaba asustada y magullada.
El hombre, sin saber muy bien qué hacer, llamó a su vecino por si podía ayudarle a rescatarla. Y éste, después de observar bien la situación, la profundidad del pozo y la situación en la que se encontraba el animal, le dijo:
– Lo siento, amigo, creo que no se puede hacer nada por ella. Lo mejor es que la sacrifiquemos para ahorrarle una agonía mayor.
– Oh, qué lástima- contestó el granjero- Tenía mucho cariño a mi mula. ¡Qué desgracia!
Ambos fueron a por palas, porque pensaban enterrar al animal en el pozo y así tapar el agujero para que no volviera a pasar aquello con ningún otro animal.
– Empecemos cuanto antes, dijo el granjero-. Y, diciendo esto, ambos empezaron a tirar tierra al pozo.
Cómo reaccionó la mula al sentir que caía arena sobre ella en ‘El granjero y la mula’
La mula, al sentir la primera pala de arena en el lomo, se extrañó. Miró hacia arriba y le volvió a caer más arena encima. Entonces se asustó. Se dio cuenta de que su amo no la intentaba salvar, sino que quería enterrarla.
Al principio a la mula le entró un ataque de pánico, y comenzó a rebuznar y a dar coces sin parar. Entonces, se dio cuenta de que al hacer eso, la arena caía al suelo, y al aplastarla con las pezuñas, se formaba un pequeño montículo de arena sobre el que podía pisar con firmeza. Entonces se tranquilizó y pensó:
– ¡Esto es lo que tengo que hacer! Mi amo me está ayudando lanzando arena y puedo utilizarla. Tengo que concentrarme bien…
La mula comenzó a repetir el mismo movimiento cada vez que sentía la arena sobre su lomo. Sacudía bien el cuerpo, daba una coz y pisaba la arena. Una y otra vez. Y a pesar del cansancio, no dejaba de repetirse:
– ¡Venga, que puedes conseguirlo! ¡Lo estás haciendo muy bien! ¡Ya queda menos! ¡Vas a vivir! ¡Vas a salvarte! ¡No queda nada! ¡Un poco más!
Y así, poco a poco, la mula fue subiendo más y más. Y cuando el granjero y su vecino la vieron aparecer por la boca del pozo, apenas podían creer lo que veían. Empezaron a dar saltos de contentos y a felicitar a la mula por haber sido tan inteligente.
El valor del esfuerzo como pilar esencial para conseguir nuestros logros.
La importancia de mantenerse perseverante en los objetivos y no venirse abajo.
Esencial es la confianza en uno mismo si queremos superar dificultades.
Para conseguir un objetivo, hay que ser paciente.
¡Qué sería de nosotros si no confiáramos en nuestras propias posibilidades! Muchos de los deportistas de élite con más éxitos reconocen que su principal herramienta para conseguir triunfos es ser fuerte mentalmente. ¿A qué se refieren exactamente? A confiar en sí mismos, a no venirse abajo ante el primer problema, a superar dificultades, a ser capaz de darse ánimos a sí mismos, a creer que lo consiguen…
Confiar en uno mismo para superar retos. La deportista Carolina Marín, tricampeona del mundo de bádminton, hizo famosa una frase que podría explicar a la perfección la esencia de este cuento indio: ‘Puedo porque creo que puedo’. La confianza en uno mismo es tan importante, que muchas veces un triunfo depende en un altísimo porcentaje de esto. Sobre todo si nos enfrentamos a alguna dificultad. Ante un problema tienes dos caminos a elegir: darte por vencido o insistir y no dejar de luchar hasta el final.
El esfuerzo y el coraje son determinantes. Sin duda, por mucha confianza en ti mismo que tengas, si no te esfuerzas, lo más lógico es que no consigas nada. El triunfo en extrañas ocasiones depende del azar. Normalmente está ligado a la dedicación y el esfuerzo. El trabajo constante a la larga, obtiene resultados. Pero hay que ser paciente y no venirse abajo en ningún momento.
«El éxito precisa ‘trabajo de hormiguita’: esfuerzo y sobre todo, perseverancia.»
La perseverancia y la paciencia, pilares básicos de los éxitos. Digamos que el éxito requiere un ‘trabajo de hormiguita’, de mucho esfuerzo y sobre todo paciencia y perseverancia. Es como ese iceberg del que solo vemos un trocito, mientras que la inmensidad del bloque permanece oculta bajo el agua. Todo lo que no se ve es el trabajo que dedicamos a conseguir un objetivo.