Una hormiga vivía plácidamente en una montaña de azúcar. Otra hormiga vivía cerca de allí, en un montículo de sal. La hormiga que vivía en la montaña de azúcar vivía feliz, porque disfrutaba de un alimento muy dulce, mientras que la hormiga que vivía en la montaña de sal, siempre tenía una terrible sed después de comer.
Un día, la hormiga de la montaña de azúcar se acercó a la montaña de sal:
– ¡Hola, amiga!- le dijo.
– ¡Hola!- contestó extrañada la hormiga del montículo de sal- ¡Que bueno ver otra hormiga por aquí! Comenzaba a sentirme muy sola…
– Pues vivo muy cerca de aquí, en una montaña de azúcar.
– ¿Azúcar? ¿Y eso qué es?- preguntó extrañada la hormiga de la sal.
– ¿Nunca probaste el azúcar? ¡Te va a encantar! Si quieres, ven mañana a verme y te dejaré probar el azúcar.
– ¡Me parece una idea fantástica!- contestó intrigada la hormiga de la montaña de sal.
Al día siguiente, la hormiga del montículo de sal decidió aceptar la invitación de su vecina. Pero antes de partir, pensó en llevar en la boca un poco de sal, por si acaso el azúcar no le gustaba. Así tendría algo que comer.
Y después de andar un poco, enseguida descubrió la brillante montaña de azúcar. En lo más alto, estaba su vecina.
– ¡Que bueno que viniste, amiga! Sube, que quiero que pruebes el sabor del azúcar.
– ¡De acuerdo!- contestó la hormiga de la sal.
Una vez arriba, la hormiga vecina le ofreció un poco de azúcar, pero como ella tenía sal en la boca, el azúcar le supo a sal.
– ¡Vaya, qué curioso!- dijo la hormiga de la sal- Resulta que tu azúcar sabe igual que mi sal. Debe ser lo mismo. Tú la llamas azúcar y yo la llamo sal.
– No puede ser- dijo extrañada la otra hormiga- Yo he probado la sal y no se parece en nada… A ver, abre la boca.
Entonces, la hormiga se dio cuenta de que tenía guardada sal en la boca.
– ¡Claro! ¡Ahora lo entiendo! Anda, escupe la sal y prueba de nuevo…
La otra hormiga obedeció y esta vez sí, el azúcar al fin le supo a azúcar.
– ¡Mmmmmm! ¡Deliciosa! ¡Es una maravilla!!- dijo la hormiga entusiasmada. Y se quedó a vivir con su nueva amiga, disfrutando del maravilloso y dulce sabor del azúcar.
Moraleja: «Si no te deshaces de aquello a lo que te aferras sin que te haga feliz, no podrás disfrutar de lo nuevo y darle una oportunidad para mejorar».
( ‘Las dos hormigas’ – Prem Rawat)
La ignorancia nos da tranquilidad pero nos perdemos cosas maravillosas: La hormiga que vive en la montaña de sal no sabe que existe otro alimento mejor. Nunca investigó. Ella vive tranquila, en su zona de confort. Y aunque sabe que no es feliz, porque ese alimento le proporciona sed, no se siente con el valor necesario para dejar su tranquila montaña y salir a investigar, por miedo a perder lo que tenía.
Para prosperar a veces debemos desprendernos de lo que tenemos: Incluso cuando fue a la montaña de su vecina, intentaba llevar un poco de su sal para evitar quedarse con hambre. Sin embargo, pronto se dio cuenta de que solo dejando por completo su montaña de sal, conseguiría probar el azúcar.
El miedo nos impide prosperar: Es una buena reflexión sobre los cambios y sobre la zona de confort. A menudo nos da miedo tomar una decisión que implica dejar nuestra tranquila montaña de sal… aunque no nos termine de convencer… Sin darnos cuenta de que ahí fuera nos espera una maravillosa montaña de azúcar.
«Aferrarnos a aquello que no nos aporta felicidad por miedo a quedarnos sin nada, nos impide la posibilidad de ser felices en plenitud»