Un anciano de unos noventa años, vivía frente a dos enormes montañas. Sus vecinos le conocían como ‘El viejo tonto’. Cada vez que tenía que acercarse al pueblo para comprar, tenía que rodearlas. Cansado de tanto esfuerzo, reunió a toda su familia y dijo:
– Estoy cansado de tener que rodear las montañas para acercarme al pueblo. Pero tengo la solución: entre todos, conseguiremos remover las montañas y cuando lo logremos, trazaremos un camino en línea recta.
A sus hijos y a sus nietos les pareció una buena idea, pero su mujer no estaba convencida:
– Pero… ¿cómo vais a deshaceros de las montañas? ¡Eso es imposible! ¿Qué haréis con las piedras y la arena?
– Las tiraremos al mar- respondió el anciano.
Así que todos se pusieron a trabajar, tanto los niños como los mayores. Hasta el hijo pequeño de su vecina quiso colaborar. Cada uno llevaba cestos que llenaba de arena y piedras y los llevaban hasta el mar.
Al cabo de unos meses, se acercó hasta allí un vecino del lugar, al que conocían como ‘El sabio’. El hombre se rió e intentó disuadirles:
– ¡Basta ya! ¡Qué ridiculez! ¿Cómo vais a remover esas dos montañas si no eres capaz, Viejo Tonto, de arrancar ni un manojo de hierbas? Deberíais dar media vuelta… Ya tienes noventa años, no podrás librarte de esas montañas antes de morir.
– En verdad usted no es sabio… más bien, bastante torpe, y con menos intuición que el hijo de mi vecina, que aquí está ayudando. Cuando yo muera, seguirán con este trabajo mis hijos, y los hijos de mis hijos, y después lo harán sus hijos… Si las montañas no crecen, ¿por qué no vamos a ser capaces de acabar con ellas?
Entonces, el Sabio no tuvo nada que responder.
Moraleja: «Con esfuerzo, perseverancia y cooperación, se puede conseguir remover hasta las montañas más altas».
(Cómo el viejo tonto removió las montañas – Fábula china)