Un campesino pobre pero muy bondadoso, murió y llegó a la puerta del Reino de los Cielos. Y justo en ese momento llegaba también un rico que acababa de morir y llamaba también en la entrada.
Llegó San Pedro con las llaves y abrió la puerta, dejando pasar primero al rico. Cerró la puerta y el campesino escuchó un gran alboroto. Música, aplausos, muchas alabanzas…
– Qué bien- pensó el humilde campesino- ¡A mí también me recibirán con una gran fiesta!
Llegó de nuevo San Pedro y mirando con amabilidad al campesino, abrió la puerta y le invitó a entrar. Pero el campesino, no escuchó la música y nos aplausos que dedicaron al hombre rico. Eso sí, salieron muchos ángeles a su encuentro y fueron todos muy amables con él. Pero, ¿y la fiesta? Entonces, decidió preguntar a San Pedro:
– Perdone, San Pedro… Hace solo un instante, entró por esta misma puerta un hombre muy rico… y escuché una gran fiesta dentro. ¿Por qué conmigo no hicieron lo mismo? ¿Es que aquí también existen las mismas desigualdades que en la Tierra?
Y San Pedro, con mirada bondadosa, respondió:– No, hijo no, no es esa la razón. Lo que pasa es que campesinos y humildes como tú entran millones a diario… pero ricos, ricos pasan tan pocos, que cada vez que entra uno, que suele ser una vez cada cien años, se organiza una gran fiesta.
HERMANOS GRIMM
La riqueza mueve a la avaricia: El problema no es que los ricos sean más malos y cometan más errores, sino que el dinero suele tener un poder hipnótico y es capaz con poco de arrastrar a una persona a una nueva realidad que le impide ver que deja atrás valores esenciales. El dinero llama al dinero y este a la avaricia. Y es raro ver un rico compasivo, humilde y bondadoso. Los hay, ciertamente, pero son escasos, tal y como los hermanos Grimm explican en este cuento del campesino pobre en el cielo.
Alimenta otro tipo de riquezas: La riqueza material a menudo ocupa un lugar que debería ocupar otro tipo de riquezas. Hace más difícil pensar en valores como la generosidad, la caridad o la humildad. Y en lugar de alimentar y hacer crecer esas otras riquezas relacionadas con los valores y la bondad, el rico termina cegado por la codicia. No debemos generalidad, evidentemente, pero sí es un riesgo, que también los grandes escritores han recogido tantas veces.