Un leñador de Cheng se encontró con un ciervo asustado y lo mató.
Para evitar que otros lo descubrieran, lo enterró en el bosque y lo tapó con hojas y ramas. Poco después olvidó el sitió donde lo había ocultado y creyó que todo había ocurrido en un sueño.
Lo contó, como si fuera un sueño, a toda la gente. Entre los oyentes hubo uno que fue a buscar al ciervo escondido y lo encontró.
Lo llevo a su casa y dijo a su mujer:
-Un leñador soñó que había matado un ciervo y olvidó donde lo había escondido y ahora yo lo he encontrado. Este hombre sí que es un soñador.
-Tu habrás soñado que viste a un leñador que había matado un ciervo.¿Realmente crees que hubo un leñador? Pero como aquí está el ciervo debe ser verdadero -dijo la mujer.
-Aún suponiendo qué encontré al ciervo por un sueño -contesto el marido -,¿a qué preocuparse averiguando cuál de los dos soñó?
Aquella noche el leñador volvió a su casa, pensando todavía en el ciervo, y realmente soñó, y en el sueño soñó quién lo había encontrado.
Al alba fue a casa del otro y encontró al ciervo. Ambos discutieron y fueron ante un juez, para que resolviera el asunto.
El juez dijo al leñador:
-Realmente mataste un ciervo y creíste que era un sueño. Después soñaste realmente y creíste que era verdad. El otro encontró el ciervo y ahora lo disputa, pero su mujer piensa que soñó que había encontrado un ciervo. Pero como aquí esta el ciervo lo mejor es que lo repartan.
El caso llego a oídos del rey Cheng, y el rey Cheng dijo:
-¿Y ese juez no estará soñando que reparte un ciervo?
Liehtsé
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