Un avaro estaba sentado a la puerta de un café, tomando su café matinal, cuando un loco se le acercó y le pidió dinero para un poco de yogur.
El avaro trató de ignorarle, pero el hombre se negó a irse y provocó un escándalo. Otros le ofrecieron su dinero, pero él insistía en que sólo quería el del avaro. Al final, éste le dio algunas monedas para el yogur.
Entonces el loco pidió algo más de dinero para acompañar al yogur. Pero esto ya era demasiado para el avaro, que se negó rotundamente. Aquella noche el avaro soñó que había ido al Paraíso.
Era un lugar hermoso, lleno de ríos, árboles y hermosas flores.
Después de algún tiempo, empezó a tener hambre, pero no podía encontrar alimentos entre toda aquella belleza. En aquel momento apareció un hombre extraordinariamente hermoso y radiante.
El avaro le preguntó si aquello era verdaderamente el Paraíso y el hombre le dijo que sí. Entonces el avaro quiso saber dónde estaban las comidas maravillosas y la ambrosía del Paraíso, de las que tanto había oído hablar.
El hombre se disculpó y se fue. Al volver, le trajo un poco de yogur. El avaro le pidió algo de pan para acompañar el yogur, pero el hombre respondió:
«Todo lo que has mandado aquí es yogur. Lo que siembras en el mundo es lo que cosechas aquí».
A la mañana siguiente, el avaro se despertó cubierto de sudor. Desde aquel día se volvió uno de los hombres más generosos y alimentaba a todos los mendigos y pobres de la ciudad.