«A la vuelta de un viaje de negocios, un hombre compró en la ciudad un espejo, objeto que hasta entonces nunca había visto, ni sabía lo que era. Pero precisamente esa ignorancia le hizo sentir atracción hacia ese espejo pues creyó reconocer en él la cara de su padre.
Maravillado lo compró y sin decir nada a su mujer, lo guardó en un cofre que tenían en el desván de la casa. De tanto en tanto, cuando se sentía triste y solitario iba a «ver a su padre».
Pero su esposa le encontraba muy afectado cada vez que le veía volver del desván, así que un día se dedicó a espiarle y comprobó que habría el cofre y se quedaba mucho tiempo mirando dentro de él. Cuando el marido se fue a trabajar, la mujer abrió el cofre y vio en el a una
mujer cuyos rasgos le resultaban familiares pero no lograba saber de quien se trataba. De ahí surgió una gran pelea matrimonial, pues la esposa decía que dentro del cofre había una mujer, y el marido aseguraba que estaba su padre.
En ese momento, pasó por allá un monje muy venerado por la comunidad, y al verlos discutir quiso ayudarles a poner paz en su hogar. Los esposos le explicaron el dilema y le invitaron a subir al desván y mirar dentro del cofre. Así lo hizo el monje y ante la sorpresa del matrimonio les aseguró que en elfondo del cofre quien realmente reposaba era un monje zen.»
(Cuento de la tradición zen, de autor desconocido)