Cuenta la historia sobre un monje que era parte importante de la jerarquía budista. Él era honesto por naturaleza, tolerante y liberal, dado a practicar la caridad. Sin embargo, tenía unos defectos, el orgullo y la vanidad.
Varios políticos locales, habiendo notado ello, fueron a verlo acompañados de una adivina fingiendo una visita de cortesía. Durante la conversación, la adivina observó al Maestro y lo elogió por sus «señales de mérito», que seguramente les traería muchos partidarios, mientas su fama y renombre se extendería por todas partes. Añadió que si el monje disfrutara de las actividades políticas y sociales, seguramente se convertiría en un gran líder. Por ejemplo, fácilmente sería elegido primer ministro, si él fuera un laico.
Oyendo esto, el monje contestó con unas palabras de modestia; sin embargo, su cara expuso el placer extremo. Aprovechando la ocasión, los políticos lamentaron el período actual, expresando compasión por los sufrimientos de las personas y el deteriorado estado del país. Ellos gradualmente lo persuadieron a unirse a un movimiento político. El resultado fue un gran dolor y angustia para el monje durante un largo periodo de tiempo.
La historia demuestra que los despreocupados y crédulos a menudo son engañados. Cuando ellos no han eliminado la avaricia, es fácil para otros engañarlos con el dinero, el sexo y la fama. Esto también aplica para los que son temperamentales y demasiado orgullosos. Fácilmente enardecidos, ellos atraen sobre si mismos muchos problemas y angustias.
Parábolas budistas.