Katy era una linda gatita que estaba en edad de casarse, todos los gatos de la comarca la pretendían. Pero ella estaba interesada solo en el más adinerado de los gatos de la ciudad. Solo con él quería casarse. Soñaba con todo lo que tendría al ser su esposa. Pero Beto no se fijaba en ella, ya que él quería conocer el amor verdadero y no que lo amaran por interés.
Ronco era un gato muy trabajador, había emprendido una nueva empresa y estaba trabajando muy duro en ella. Pero llevar a cabo su sueño lo había dejado más pobre de lo que era, solo tenía una empresa que comenzaba y mucho por hacer para ganar dinero.
Ronco estaba perdidamente enamorado de Katy, así que sin pensarlo una tarde salió a buscarla para declarar su amor. La encontró en el parque y se acercó a ella con mucha ilusión.
– Hola hermosa Katy, he venido a pedirte que seas mi esposa, yo te haré feliz porque te amo como nadie.
– Yo jamás me casaré contigo, no tienes nada, eres un gato pobre y despreciable -Contestó Katy rompiendo el corazón de Ronco-.
El tiempo pasaba y Katy no lograba conseguir que Beto pusiera sus ojos en ella. Pero Ronco quien no había decaído en su meta, seguía trabajando y recibiendo los frutos de su empeño, haciéndose cada día más rico.
Una tarde Katy se enteró de que Beto había pedido en matrimonio a una humilde gatita, y muy molesta se fue a sollozar a la orilla de un camino.
De pronto se acordó de Ronco y sus ojos se iluminaron. Salió a toda carrara a buscarlo, entrando a su empresa sin siquiera pedir permiso.
– Hola Ronco, vengo a decirte que sí estoy dispuesta a casarme contigo -Dijo muy coqueta-.
Ronco se levantó de la silla y caminó alrededor de ella, con una sonrisa irónica en sus labios.
– Yo no tengo interés en casarme contigo, ahora tengo dinero y tú solo me quieres por él. Gatas interesadas hay muchas, pero yo quiero una que me ame por mí y no por mi dinero. Lo siento, pero no voy a comprar el amor de la gata más interesada de este pueblo.
Katy salió muy humillada y avergonzada de la fábrica de Ronco. Sintiendo pena por ella misma, porque el amor al dinero la había hecho perder el mejor partido de toda la comarca.
Moraleja: Las personas valen por lo que son y no por lo que tienen. El amor se siente, no se compra, no se vende.
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