Al contemplarse un ciervo en el río se sintió orgulloso de su hermosa cornamenta. Sin embargo, se sintió muy disgustado con sus patas, que le parecían débiles y finas.
Mientras meditaba sobre sus cualidades, apareció un león que comenzó a perseguirle. Echó a correr y se puso a salvo gracias a sus patas. Al entrar en el bosque, sus cuernos se engancharon en las ramas y, el león, en poco tiempo de persecución, lo tuvo a su alcance.
Cuando estaba a punto de morir, el ciervo exclamó para sí mismo:
– ¡Necio de mí! No me gustaban mis patas, que pudieron salvarme, y estaba orgulloso de mis cuernos, que son los que me pierden.
Moraleja: A veces despreciamos lo que más nos ayuda.