Cuenta la leyenda que hace muchos, muchísimos años, en un pueblecito de México, los perros del lugar se sentían muy tristes. Ellos eran muy bondadosos y se comportaban con mucha fidelidad hacia los humanos: siempre les acompañaban, estaban a su lado, les ayudaban en las tareas del campo.
Los perros se convirtieron de esta forma en los animales más leales para los humanos. Y sin embargo, ellos estaban tristes. ¿Sabes por qué? Porque a pesar de que ellos se esforzaban en portarse cada vez mejor con los humanos, muchos de ellos les maltrataban o simplemente les mostraban indiferencia o desprecio.
Para hablar de este problema, un día, decenas de perros se reunieron en Asamblea. Consideraban que era una situación muy injusta y necesitaban encontrar la solución. Y después de mucho hablar, llegaron a esta conclusión: necesitaban la ayuda del dios Tláloc.
Al terminar la reunión, escribieron una carta par enviarla a este dios. Pero les quedaba lo más importante. ¿Quién se encargaría de llevar la carta? El dios Tláloc vivía muy, pero que muy lejos… Decidieron que tendría que ser un perro con muy buen olfato para encontrar el camino. Y escogieron al mejor: un perro negro, muy joven y musculoso con un olfato envidiable.
¡Que contento se puso el perro al ser elegido para una misión tan importante! Sin embargo, cuando iba a partir, preguntó por algo en lo que no había caído hasta ese momento: ¿y dónde guardaría la carta? Después de mucho pensar, el perro más anciano, dijo:
– Lo mejor es que la guardes bajo la cola, porque es el lugar más seguro.
Y así se hizo. El perrito partió contento hacia la morada del dios Tláloc.
Pero pasaron los años. Y más y más años. Y todavía, a día de hoy, el perrito negro no ha vuelto de su misión. Por eso, desde que partió, los perros se huelen la cola al encontrarse, para reconocer si es el mensajero que vuelve con la carta del dios Tláloc.
LEYENDA MEXICANA.