El travieso elefante Bernardo.

por chamlaty

El elefante Bernardo era un poco travieso y tenía unas ideas… Un día, mientras estaba jugando en el parque, cogió una piedra y no se le ocurrió otra cosa que tirársela al burro Cándido, que acabó herido.

Del dolor que tenía, Cándido se puso a llorar desconsoladamente, hasta que unos niños que estaban cerca se acercaron a él y le empezaron a curar la herida que tenía en su oreja. Bernardo, que se había escondido detrás de lo árboles, no hacía más que reírse del pobre burro.

Al día siguiente, Bernardo se encaminó hacia el río para dar una vuelta y beber un poco de agua. Al lado del estanque vio a unos ciervos. El elefante quiso gastarles una broma, así que no se le ocurrió otra cosa que llenar su trompa con agua y lanzársela con fuerza.

Gilberto, el más pequeño de los cervatillos, perdió el equilibrio y cayó al río. Empapado, comenzó a estornudar bien fuerte, mientras Bernardo, desde el otro lado de la orilla, reía y reía sin parar.

A la mañana siguiente, Bernardo salió a dar un paseo y en su camino se tropezó con una planta llena de espinas y se las clavó en la patas. ¡Bernardo no podía quitárselas y sentía muchas molestias! Lloraba y lloraba desconsoladamente, así que pidió ayuda al ciervo Gilberto, que justamente pasaba por allí.

– ¡Hola amigo! ¿Me podrías ayudar a quitarme estas espinas?

Asombrado, enfadado y un poco enojado, el cervatillo le contestó:

– ¡No puedo! Tú me lanzaste al agua y casi me ahogo.

Desesperado, el elefante vio cómo a lo lejos se acercaba el burro Cándido y le preguntó:

– ¿Me echas una mano con estas espinas odiosas?

Y el animal le dijo:

– No puedo. Te has burlado de mí cuando yo tenía una herida en la oreja.

Solo, triste y abandonado por todos, Bernardo empezó a llorar hasta que un mono sabio que pasaba por allí y que había visto y oído todo le dijo:

– Como te reías y te burlabas de los demás, ahora nadie te quiere ayudar a ti. Yo te echaré una mano, pero antes me tienes que comprometer que cumplirás estas dos promesas.

Bernardo aceptó el trato del mono y escuchó atentamente lo que su nuevo amigo tenía que decirle. No podía seguir lastimando a los demás y si alguien necesitaba su ayuda, él se la prestaría sin poner ninguna pega. El mono le liberó de las espinas y el elefante Bernardo aprendió a no reírse del resto de animales.

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