El Bosque Sin Color, como su nombre indica, era el lugar al que mandaban ir a los animales albinos. Los animales albinos tenían diferente piel, mucho más blanca que el resto de su especie. También su pelaje era blanco o de colores pálidos y el color de sus ojos, muy claro. Algunos tenían problemas en la vista y en la piel y debían protegerse del sol adecuadamente.
El Bosque Sin Color se situaba en el extremo de Paraíso Tanzania, donde el rey Manulas Leónides presidía el Consejo de Animales un 13 de junio:
– Hemos decidido que Clarita – comenzó diciendo el león-, la serpiente silbante que acabamos de enterarnos de que es albina, tendrá que despedirse y marcharse de Paraíso Tanzania. La ley debe cumplirse para todos.
Y dicho esto, Manulas Leónides rugió con fuerza dictando sentencia. El resto de animales asintieron y se despidieron de Clarita que, reptando suavemente, se dirigió hasta El Bosque Sin Color.
– No es justo – dijo nada más llegar y encontrarse con Pico Rosita.
Pico Rosita era una paloma completamente blanca, de ojos pálidos y el pico rosa palo.
– Creen que somos diferentes, que tenemos algún extraño poder y por eso no podemos vivir en el poblado – respondió Pico Rosita.
– ¡Ni es justo ni tiene explicación lógica! – exclamó la serpiente Clarita.
– Es la ley de Paraíso Tanzania – dijo con resignación Pico Rosita.
– No puede ser un paraíso con esta ley tan injusta y que nos discrimina. ¿Y lleváis mucho tiempo viviendo aquí apartados de los demás? – quiso saber Clarita.
– Toda la vida, te acostumbrarás pronto.
Blanca, la elefanta albina, apareció para dar la bienvenida a la serpiente recién llegada.
– Tranquila, Clarita. Lo mismo nos ha pasado a todos los albinos. Vayamos al lago, hace poco tiempo llegó el Pez Limpiafondos.
Al llegar al lago, el Pez Limpiafondos les saludó desde el fondo. Allí vivía porque no le podía dar la luz. Clarita miró el reflejo del pez en el agua y también el de sus acompañantes, Pico Rosita y la elefanta Blanca, y se le ocurrió decir:
– Somos albinos, todos somos diferentes, pero no es justo que nos digan dónde tenemos que vivir. Y si no nos rebelamos ante esta situación, ni siquiera los que viven en Paraíso Tanzania serán felices.
Todos permanecieron en silencio un momento hasta que se miraron y como si se hubieran puesto de acuerdo, cada uno emitió su grito:
La elefanta Blanca barritó con su trompa blanquecina.
Pico Rosita arrulló con fuerza abriendo mucho su pico rosa.
Pez Limpiafondos dio un gran salto y chapoteó por la superficie de las aguas plateadas del lago.
Clarita silbó con fuerza irguiéndose sobre uno de los árboles blancos.
La sinfonía de aquel grito provocó que el cielo se oscureciera sin ser todavía de noche. El sol se difuminó de las alturas y las sombras cubrieron el Bosque Sin Color. Esa repentina oscuridad también llegó hasta Paraíso Tanzania. Las plantas dejaron de hacer la fotosíntesis por la ausencia de sol y los animales se sintieron desorientados.
Pasaron muchas horas y todos esperaban que amaneciera. Las luciérnagas se reunieron junto al Consejo de Animales y el rey Manulas Leónides tomó la palabra:
– Si no se hace pronto de día, todos pereceremos. Algo debemos hacer, apenas podemos ver nada. Ni siquiera el búho real sabe lo que ocurre en esta eterna oscuridad.
Los animales discutían y proponían remedios sin llegar a ninguna conclusión. Clarita reptó sigilosamente y se acercó a escasa distancia del Consejo de Animales. Tras la serpiente iban el resto de animales albinos, encabezados por elefanta Blanca y la paloma Pico Rosita.
Todos los animales albinos pudieron escuchar los lamentos del rey Manulas Leónides:
– Estamos perdidos en la oscuridad, solo un milagro nos puede salvar.
Clarita decidió que era el momento de actuar y apareció ante el Consejo de Animales de Paraíso Tanzania.
– El milagro es obrar con justicia y no discriminar a nadie por el color de su piel o su condición de albino. ¡Vamos, animales albinos, es el momento de salir!
Todos los animales comenzaron a salir. En mitad de la oscura noche, el reflejo de sus pieles blancas y pálidas alumbró como un gran lucero y Paraíso Tanzania resplandeció. Cada animal emitió su singular grito en una sinfonía plena de vida.
– ¿Acaso no somos todos iguales? ¿Acaso no somos todos diferentes? – preguntó Clarita con voz potente.
Por el horizonte, los rayos del sol comenzaron a salir. Amanecía en Paraíso Tanzania.
El rey Manulas Leónides y todos los animales sintieron vergüenza de cómo se habían portado con los albinos.
– Gracias a vuestra piel hemos visto la luz de nuevo. Jamás volveremos a enviar a nadie al Bosque Sin Color. Os pedimos disculpas, podemos vivir todos juntos. Este día, 13 de junio, lo proclamo como el Día Internacional de la Sensibilización sobre el Albinismo.
El Bosque Sin Color desapareció, solo fue un triste recuerdo y ahora sí, Paraíso Tanzania volvió a ser un paraíso, sin discriminar a nadie por ninguna condición.
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