Un día llegó un campesino a la tienda del pueblo en busca de un animal de carga que lo ayudara a transportar las herramientas para el campo.
Habiendo visto a todos los animales que el tendero le ofrecía, el campesino procedió a cerrar el trato en el interior de la oficina de la tienda.
En el establo, los animales quedaron ansiosos esperando enterarse por cuál de ellos se había decidido el campesino.
Un caballo joven les decía a todos:
“Listo yo ya me voy, el campesino me elegirá, soy el más joven, bello y fuerte aquí así que mi precio él pagará”.
Un caballo viejo que allí se encontraba le dice al joven:
“Cálmate chico que con ser tan presumido, no ganarás nada”.
Al cabo de unos minutos, entraron el campesino y el vendedor. Llevaban dos cuerdas en mano y enlazaron a dos borriquitos.
El caballo relinchando fuerte decía:
“¿Qué pasó aquí? Pensé que a mí era al que elegirían”.
Los caballos más viejos, al joven con risas le decían:
“Mira chico, al campesino solo le importaban animales para el trabajo no un animal bello y joven”.
Moraleja
La moraleja de esta historia nos dice que a veces, por presumir e intentar mostrar algo que no somos, se pueden cerrar muchas puertas que considerábamos abiertas para nosotros.
Es por eso que siempre debemos ser humildes y mostrar la mejor versión de nosotros mismos. Pero con total honestidad. Ser quienes somos, sin vergüenza alguna por mostrarnos así.
Ser presumidos sólo significa que muchos tengan una opinión errada sobre nosotros, que nos traten mal, que no quieran ser nuestros amigos, y que, en consecuencia, se cierren muchas puertas a cosas que queremos hacer o lograr.
La humildad siempre prevalece.
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