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Kan ya makan… o érase una vez, hace mucho, mucho tiempo, vivió en la Alhambra una princesa que había nacido muy lejos de Granada, en León, donde nieva mucho. Era feliz, pero añoraba su tierra. ¡Hacía tanto tiempo que no veía la nieve! A veces lloraba, recordando los campos nevados de León.
Su esposo, el sultán, sentía pena por ella y se preguntaba:
– ¿Habrá alguna forma de acabar con la tristeza de la princesa?
Después de mucho meditar encontró una solución: mandó traer unas semillas de un país lejano, las plantó y crecieron árboles que nadie había visto antes. Pasado un tiempo, los árboles empezaron a florecer, con unos hermosos capullos.
Desde las ventanas de la Alhambra, la princesa vió cómo los capullos se iban abriendo poco a poco. Los árboles se cubrieron de preciosas flores blancas. Todo quedó completamente blanco, como si hubiera nevado.
Desde entonces la princesa se hacía la ilusión de que nevaba en Granada. ¡Los árboles eran almendros!