Una yegua de carrera dio a luz, hijo de un caballo célebre por sus triunfos, un magnífico potrillo, pero murió antes de haberlo podido criar.
En el mismo stud había una burra criando; le quitaron su pollino y le dieron el potrillo para que lo amamantara.
Lo crió bien y de madre le sirvió. Pero le enseñó desde chiquito tantas mañas y tantas burradas, que toda su vida quedó el potrillo remolón y testarudo, y que poco faltó para que también le saliera una cruz en las espaldas y aprendiera a rebuznar. Tanto que la burra calculaba que si pudiese conseguir que se le confiaran muchos potrillos, pronto dominarían en el stud los burros.
Gobernar a la juventud es gobernar al pueblo.