El verano era muy riguroso, el sol secó todos los ríos y quedó solamente un pozo con agua. El jaguar dijo: —Ahora cogeré a la raposa, pues voy a esperarla en el pozo de agua.
La raposa acudió al pozo, observando atentamente descubrió al jaguar en acecho. No pudiendo acercarse por eso, se fue pensando lo que tendría que hacer para lograr un poco de agua.
Por el camino iba una mujer llevando un tarro de miel sobre la cabeza y un cesto al brazo. Entonces la raposa, que no sabía si lo que contenía el tarro era miel, o agua, o leche, dijo: —Si se agacha derramará el líquido y si quiere cogerme tendrá que dejar el tarro en el suelo. Se tiró entonces en el camino por donde la mujer tenía que pasar y fingióse muerta.
La mujer dio un rodeo y siguió. La raposa corrió entre las matas y, adelantándose a la mujer, de nuevo fingióse muerta en el camino. La mujer dio un rodeo y siguió.
La raposa volvió a correr entre las matas y, adelantándose a la mujer, otra vez se fingió muerta en el camino. La mujer llegó y, al verla, dijo: —Si hubiera recogido las otras, ya tendría tres; las pieles podrían servirme… Bajó el tarro de miel al suelo, puso a la raposa dentro del cesto, la dejó allí para no llevar peso y regresó a fin de recoger a las otras. No encontrándolas, pensaba que era más atrás que las había dejado y, yendo en su busca, cada vez se alejaba más. Entretanto, la raposa salió del cesto y, viendo que lo que había en el tarro era miel, se untó con ella y en la miel pegó hojas verdes. Así desfigurada, fue al pozo y pudo beber el agua, pues el jaguar la dejó pasar. Pero, cuando estaba en el agua, la miel se fue derritiendo y las hojas se cayeron, por lo cual el jaguar la reconoció. Cuando quiso saltarle, la raposa se fugó.
La raposa, que ya no podía disfrazarse con hojas verdes, estaba de nuevo con mucha sed. —¿Qué haré?, ¿qué haré? —se decía. Entonces fue a un árbol resinoso, se untó bien con resina, se revolcó entre hojas secas, que se pegaron en la resina, y así desfigurada se dirigió al pozo. El jaguar, que ya estaba receloso, preguntó: —¿Quién es? —Soy el animal hoja-seca —contestó la raposa.
Entonces el jaguar, recordando lo que ocurrió en la vez anterior y para no dejarse engañar, le ordenó: —Entra al agua, sal y después bebe… La raposa entró; no se le cayeron las hojas porque la resina no se derrite en el agua; salió y después bebió.
Y así fue siempre durante ese verano, pues el jaguar se quedó convencido de que quien bebía era el animal hoja-seca. Cuando llegó el tiempo de la lluvia, abandonó su puesto de guardián, diciendo: —No volvió más la raposa; sin duda habrá muerto de sed. Pero a los pocos días la distinguió, a lo lejos, en el bosque; pues la raposa, teniendo agua en los ríos y arroyos y no necesitando ir ya al pozo, se restregó hasta quitarse las hojas y la resina. El jaguar se enfureció y dijo: —Tengo que atrapar a la raposa.
El jaguar hizo todo lo posible para realizar todos sus propósitos. Día y noche siguió y acechó a la raposa por los lugares en que ella solía cazar, dormir y caminar. Nunca consiguió caerle encima. La raposa —que tiene vista, olfato y oídos finos— lo descubría siempre por el rumor de sus pisadas, su acre olor o el fulgor de sus ojos en medio de la sombra. Echaba a correr llevando ventaja y el jaguar no la podía alcanzar. Hasta que un día el jaguar, después de pensar mucho, dijo: —Me voy a fingir muerto, los animales vendrán a ver si es cierto, la raposa también vendrá y entonces la atraparé… Todos los animales, al saber que el jaguar había muerto, fueron a su cueva, entraron a ella, y viéndolo tendido largo a largo, decían: —El jaguar ha muerto; gracias sean dadas a Tupa (dios de la selva), ahora ya podremos pasear…
La raposa también fue a la cueva, pero no entró y sí preguntó desde afuera: —¿Ya estornudó? Los animales respondieron: —No. Entonces la raposa les advirtió: —Yo sé que un difunto, al morir, estornuda tres veces. El jaguar la oyó y, sin darse cuenta de las intenciones de la raposa, estornudó tres veces.
La raposa se rió y dijo: —¿Quién ha visto nunca que alguien estornudara después de muerto? Y se fugó, lo mismo que todos los animales. Y hasta ahora el jaguar no ha podido atrapar a la raposa, porque ella es muy astuta.
FÁBULA BRASILEÑA.