808
La manera en la que nos comportamos, lo que decimos y hacemos, es nuestra parte visible. Es la parte del iceberg que sobresale. Sin embargo, la mayor parte se encuentra escondida bajo las aguas. Nuestros pensamientos, sentimientos, expectativas, motivos y valores se encuentran ocultos en muchas ocasiones para nosotros mismos con mayor razón para los demás.
Sin embargo, en muchas ocasiones utilizamos este conocimiento superficial para opinar, valorar, criticar y juzgar a los demás. No nos detenemos a considerar cuáles son las causas o motivos, no deseamos conocerlos, los intuimos, los damos por supuestos y sacamos nuestras propias conclusiones. No tenemos en cuenta que lo esencial no son las cosas que hacemos, sino los motivos que nos llevan a actuar de una determinada forma. Los actos no nos definen, los valores sí.
Los valores son los que nos mueven, los que nos impulsan, los que explica la intencionalidad de nuestros actos.
Vale la pena dedicar tiempo a reflexionar sobre nuestra escala de valores, sobre nuestras prioridades. Es recomendable incluso ponerlos por escrito, y pensar hasta que punto somos coherentes con ellos. No se trata de lo que hacemos (apariencia), sino de los valores y motivos que acompañan e impulsan nuestra acción (esencia).
Leamos la siguiente historia;
Un hombre de cierta edad fue a una clínica para que le atendieran de una herida en la mano. Tenía bastante prisa, y mientras lo curaba el médico le preguntó qué era aquello tan urgente que tenía que hacer.
El anciano le dijo que tenía que ir a la residencia de ancianos para poder desayunar con su mujer, que vivía allí. Llevaba ya algún tiempo allí y padecía de un Alzehimer muy avanzado. Mientras le acababa de vendar la herida, el doctor le preguntó si ella se preocuparía en caso de que él se retrasara.
-No – respondió él. Ella ya no sabe quién soy. Hace ya casi cinco años que no me reconoce.
-Entonces – preguntó el médico -, si ya no sabe quién es usted,… ¿por qué esa prisa, por qué esa necesidad de estar con ella todas las mañanas?
El anciano sonrió y dijo: -Ella no sabe quién soy yo, pero yo todavía sé muy bien quién es ella.