En tiempos de escasez, en época de recortes, nos vemos obligados a elegir, a escoger. “Hay que hacer más con menos”, nos dicen de manera insistente. Hay que rentabilizar los escasos recursos disponibles, velando por atender a lo realmente importante. Separar el grano de la paja es sencillo, hasta el más tonto puede distinguir entre lo importante y lo superfluo. Sacrificamos lo estético para conservar lo ético, y listo. Pero cuando la escasez obliga a cruzar las líneas rojas, y a distinguir entre lo importante y lo vital, la decisión se torna peliaguda.
La actual situación económica obliga a acometer reformas y aplicar recortes en el sistema educativo y formativo. Nada es perfecto, y por tanto todo es susceptible de mejoras. Los escasos recursos disponibles, seguramente, se podrán gestionar de forma que produzcan un beneficio mayor. Pero hay que ser conscientes que las consecuencias de las decisiones, acertadas o equivocadas, que se toman en materia educativa, se observan a largo plazo. Pretender un ahorro a toda costa en el corto plazo, puede implicar un prejuicio de graves consecuencias en el medio y largo plazo.
Parece ser que, la actual falta de recursos, va a suponer la sentencia de muerte de varios programas formativos dirigidos a personas en situación de desempleo. En un momento delicado, de elevada demanda formativa, de necesidad de cualificación y reciclaje profesional, por parte de un elevado número de personas, los recursos disponibles son escasos. Seguramente, estas decisiones se tomarán atendiendo a contrastados criterios económicos, de rentabilidad y de eficacia. Pero como decía antes, la formación es una inversión, y no un gasto. Las consecuencias se verán con el tiempo.
Las nuevas tecnologías abren la puerta a modelos de formación más intensivos, de forma que, con relativamente pocos recursos, se puede ofrecer formación a más alumnos.
Aparentemente los programas de formación on-line pueden ser parte de la solución, posibilitan ese hacer más con menos, que repiten los políticos cada día como un mantra sagrado. Obcecados en el coste económico de determinados programas, corremos el riesgo de desandar mucho del camino avanzado durante los últimos años en materia de formación profesional.
Atentos a la siguiente historia;
Un padre tenía la costumbre de leer un cuento todas las noches a su hija pequeña.
Un día, se le ocurrió que sería buena idea grabar en audio varios cuentos, de forma que su hija al acostarse pudiera escuchar la historia que le gustara y las veces que quisiera.
Durante un tiempo, el experimento funcionó, pero, una noche, la niña se levantó y fue a buscar a su padre. Lo cogió de la mano y lo llevó hasta su cuarto. Tomó un libro de cuentos de la estantería y le pidió que le leyera uno.
-Pero,… si tú ya eres mayor- protesto suavemente el padre. Puedes utilizar la grabadora sola.
-Sí, papá- replicó la niña- pero no puedo sentarme en tus piernas.