El Conde Lucanor busca a su leal consejero Patronio para comentarle que se encuentra atemorizado por la posibilidad de perder sus bienes y sus riquezas y verse en una situación de necesidad. El miedo al fracaso, a qué las cosas no vayan como esperamos, es uno de los motivos más poderosos para no intentar conseguir nuestros sueños, para no abandonar nuestra «zona de confort». Cualquier coach moderno plantearía una pregunta de manual, y… ¿qué es lo peor que podría pasar? El coach Patronio, en cambio, relata un cuento.
Patronio le cuenta la historia de dos hombres que habían sido muy ricos y habían perdido sus fortunas, hasta el extremo de que uno de ellos lo único que encontró para comer fueron un puñado de amargos altramuces (leguminosa generalmente usado para alimentar ganado). Este mientras comía los altramuces y echaba las cáscaras tras de sí, se puso a llorar recordando todo el poder y las riquezas que tuvo en el pasado y se lamentaba de la situación en la que ahora se encontraba. De pronto escuchó un ruido detrás suyo y al volverse descubrió a otro hombre que comía las cáscaras que el tiraba. Al preguntarle al que recogía las cáscaras le contó que él también había sido un hombre rico y poderoso, y que ahora se alegraba mucho de encontrar las cáscaras para así tener algo que echarse a la boca.
Este comentario – cuenta Patronio – hizo reflexionar al primero de los hombres y al instante se consoló y dejó de llorar. En ese mismo momento se decidió a luchar por salir de esa situación de necesidad y, acaba la historia, que con esfuerzo y constancia consiguió salir de esa situación y recuperar parte de las riquezas perdidas.
“Por pobreza nunca desmayéis, pues otros más pobres que vos veréis”.
Don Juan Manuel (Escalona, 5 de mayo de 1282- 1348), miembro de la casa real y escritor en lengua castellana, fue uno de los principales representantes de la prosa medieval de ficción, sobre todo gracias a su obra El conde Lucanor, conjunto de cuentos moralizantes (exempla) que se entremezclan con varias modalidades de literatura sapiencial.
Nos pasamos la vida comparándonos con los demás y obteniendo conclusiones en función de si tenemos más o menos, o somos más o menos que los que nos rodean.
En definitiva, sea cual sea nuestra situación, siempre podemos encontrar personas que se encuentren mejor, pero también personas que tienen más dificultades.
Lo importante es ser conscientes del efecto que estas comparaciones producen en nuestro estado de ánimo y en nuestra actitud, ya que igual nos pueden predisponer hacía el resentimiento que nos pueden motivar para la consecución de nuestros objetivos.
Podemos compadecernos, y por tanto justificar nuestra situación en factores externos como la mala fortuna o la desgracia, y continuar llorando sin parar frente a nuestro miserable tazón de altramuces, o podemos consolarnos, valorar lo poco que tenemos como algo valioso y predisponernos para la acción.
Siempre es más beneficioso utilizar esta comparación como un aliciente, como un estímulo para ponernos en marcha hacía nuestras metas, que como un freno, como una coartada para justificar lo desgraciados que somos y lo injusta que es la vida.
Consolarse nos pone en el camino de las soluciones, nos otorga el poder del cambio, compadecerse, por contra, justifica la parálisis y nos encadena a un fracaso continuado.