Esta es la historia de un hombre tan decepcionado con sus semejantes, tan defraudado por la falta de valores, tan triste por sentirse miembro de una comunidad egoísta, insolidaria y cruel, que un día decidió abandonarlo todo e irse a vivir solo a la montaña.
A los pocos días de haber iniciado su nueva vida, mientras daba un paseo observo a una pequeña liebre que arrastraba un trozo de carne. Extrañado decidió seguirla para comprobar qué sentido tenía aquello. Cuál fue su sorpresa al comprobar que la pequeña liebre estaba llevando la carne hasta la entrada de una cueva donde vivía un enorme tigre malherido, que apenas podía valerse por sí mismo.
Impresionado por su descubrimiento decidió volver durante varios días para observar si el comportamiento de la liebre era habitual. Emocionado comprobó como la escena se repetía varias veces al día. La liebre acudía cargada con pequeños trozos de carne que dejaba prudentemente cerca de la entrada de la cueva.
Pasaron los días y la escena se repitió, hasta que llegó el momento en el que el tigre recuperado pudo salir a buscar su propia comida.
Admirado por la solidaridad y cooperación que había observado entre los animales, reflexiono y se dijo: “¡No todo está perdido! Si los animales, que son seres inferiores a las personas, son capaces de ayudarse de este modo, ¡qué no seremos capaces de hacer nosotros!
Recuperada la ilusión, su fe en el ser humano decidió regresar a la sociedad y poner en práctica lo aprendido. Llegando a las puertas de su pequeña ciudad decidió tumbarse al borde del camino, simulando estar herido, y se puso a esperar a que alguien pasara y lo ayudara. Sin embargo pasaron las horas, llego la noche y nadie se detuvo para ayudarlo. De la misma manera transcurrió el día siguiente y al llegar la noche decidió desistir en su intento de buscar solidaridad y comprensión en los hombres. Desolado llegó a la convicción de que la humanidad no tenía remedio.
Sentado al margen del camino sintió en su interior la desesperación del hambriento, la soledad del enfermo, la tristeza del abandono.
Su corazón estaba destrozado, apenas sentía deseos de levantarse cuando justo en ese momento de desolación escucho una voz interior que le susurraba:
“Si quieres encontrar a tus semejantes, si quieres sentir que todo ha valido la pena, si quieres seguir creyendo en la humanidad, si quieres ver a tus semejantes como hermanos… entonces deja de hacer el tigre y simplemente se la liebre.