La isla Sable es una pequeña porción de tierra que aflora en el océano Atlántico norte, en las costas de Canadá, frente al puerto de Halifax en Nueva Escocia.
La isla aparecía en las cartas de navegación en 1505 con el nombre de «Santa Cruz». En las cartas del siglo XVI también era denominada «I. da Crus» e «Isolla del Arena». Su nombre actual aparece en 1546 cuando el cartógrafo portugués Joannes Freire la nombra «I. do Sable». El nombre descriptivo proviene del francés sable, que significa arena. Aunque la versión «Sandy Island» ha existido en las cartas antiguas, el nombre por el que actualmente es conocida es el de «Sable Island». Según otras versiones su nombre se debería a la peculiar forma curva que posee, parecida a la de un sable.
Se trata de una estrecha franja de arena con nulas elevaciones, excepto por la gran cantidad de dunas que se forman debido a que el viento sopla en todas las estaciones del año.
La fauna es algo escasa, entre la cual destaca una gran cantidad de caballos salvajes que han habitado la isla desde viejos tiempos, quizá traídos por los primeros exploradores. También existen variedades de aves marítimas. Focas y otros otarios completan la fauna de la isla.
Posee un aeropuerto costero para el arribo de pequeñas a medianas aeronaves. Antiguamente funcionaba la Universidad de Dalhousie, de la que hoy sólo quedan sus ruinas. Mayormente funciona como estación meteorológica y posee varios faros para la orientación marítima.
Cada uno de los puntos que se observan en mapa anterior es un barco hundido. Uno tras otro, hasta 350 navíos encallaron en las arenas de esta isla durante los últimos 500 años, contribuyendo a fraguar una auténtica leyenda negra y convirtiéndolo en el lugar del mundo con más naufragios de la historia.
Durante muchos años, este alargado banco de arena frente a las costas de Nueva Escocia, Canadá fue bautizado como la “tumba del Atlántico” y suscitó muchas leyendas marineras. La isla fantasma conocida por los marinos con el nombre de Fagunda era en realidad este pedazo de tierra empeñado en tragarse un barco tras otro.
La intensa niebla que suele haber en el lugar, las corrientes traicioneras y su localización en mitad de una de las rutas marítimas más transitadas también contribuyeron a convertirlo en un auténtico “atrapabarcos”.
Afortunadamente, a finales del siglo XIX se construyeron dos faros, uno en cada extremo de la isla, para advertir a los capitanes de su presencia. Aún así, aún sigue habiendo algún despistado que encalla en sus arenas, como el yate que, según Wikipedia, fue a parar a la isla en 1999.
Hoy en día los faros son automáticos y el gobierno canadiense ha prohibido el acceso a la isla, para evitar los frecuentes intentos de saqueo de los numerosos barcos hundidos en la zona.
Oculta por las olas, las tormentas y la niebla, esta franja de arena en el océano Atlántico, situada a unos 290 kilómetros del puerto de Halifax, ha registrado más de 350 naufragios desde 1583 (en la figura última aparecen señalados).
En la isla hay unos preciosos caballos salvajes. Muchos creyeron que eran descendientes de sobrevivientes de un naufragio, pero de acuerdo con el Museo de Historia Natural de Nueva Escocia, fueron abandonados allí por un comerciante de Boston que los envió a la isla en 1760.
Recientemente ha sido designada parque nacional (para que “este valorado paisaje emblemático de Canadá, legendario por sus caballos salvajes, sus naufragios y uno de los mayores sistemas de dunas en el este de Canadá, sea protegido como un parque nacional de reserva… para siempre”).
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