– Tengo un problema, son 18 camellos y solo tengo 17 cuerdas para amarrarlos.
– Eso no es ningún problema – le dijo el jefe –, los camellos no son muy inteligente. Amarra los primeros 17 y luego te acercas al último y simulas amarrarlo a él también. Como habrá visto que todos sus compañeros fueron amarrados y habrá sentido que te acercaste a hacerle lo mismo, se quedará quieto toda la noche pensando que él también está atado.
El joven fue a hacer lo que le dijo el jefe sin protestar pero sin creer nada de lo que había escuchado. Al terminar se percató de que el último camello se quedó tranquilo junto a sus compañeros.
Al amanecer el joven vio con alivio que el camello permanecía allí donde lo había dejado. Entonces liberó a los otros 17 camellos ya que pronto debían partir. Cuando la caravana se puso en camino, el joven corrió hacia su jefe diciendo:
– Espere, espere, hay un camello que no nos sigue.
– ¿Es el mismo camello al que simulaste amarrar anoche? – contestó el jefe con una media sonrisa en los labios.
– Si ¿Cómo lo sabe?
– Seguro que esta mañana se te olvidó soltarlo
– Pero no tiene amarras
– Lo sé – contestó pacientemente el jefe –, pero el camello todavía piensa que está amarrado. Corre, simula soltarlo y verás que se pondrá en camino.
Lo mismo nos pasa a nosotros muchas veces. Nuestros prejuicios y paradigmas mentales nos colocan una atadura inexistente que no nos permite avanzar en nuestra vida, que nos amarra a creencias sin sentido y nos impide emprender la construcción de nuestros sueños y metas.