Cuando nuestros hijos son pequeños, lo que más deseamos es que crezcan rápido para que no sean tan dependientes de nosotros y podamos tener por lo menos unos minutos respiro. Y creemos que esperar a que crezcan será un largo camino, pero la realidad es que crecen más rápido de lo que uno piensa, y terminamos queriendo que vuelvan a ser niños como antes.
Todas disfrutamos viendo crecer a nuestros hijos y viendo cómo se hacen cada día más y más independientes. Sin embargo, el sentimiento viene acompañado de otra cara: una sensación de la que no se habla. Nuestros hijos, desde que nacen, se va preparando poco a poco para ir separándose gradualmente de nosotros.
Cada momento en la vida de nuestros hijos representa un paso en su crecimiento y en su camino hacia su independencia: empiezan a comer, caminan, dejan los pañales, empiezan el kinder, se atan las agujetas de los zapatos, se les caen los dientes de leche, van a la primaria y así sucesivamente en una escalera ascendente de logros que van marcando, para los padres, pequeñas pero grandes despedidas, decisiones que duelen al escuchar que ya no desean realizar actividades que antes si realizaban contigo. Todos estos pasos, entonces, tienen dos caras diferentes: el orgullo y la alegría de verlos crecer, y la nostalgia de los tiempos que pasaron y ya no volverán, que extrañaremos sin dudarlo. Son etapas de la vida que al igual nuestro padres vivieron.
Ver crecer a nuestros hijos nos llena de sentimientos encontrados. Por un lado nos llena de orgullo, y en ocasiones resulta liberador, ver que poco a poco van ganando mayor libertad e independencia y nos solicitan menor atención. Pero verles crecer también es doloroso, y exige una gran generosidad por nuestra parte para no entorpecer su camino al querer ofrecerles soluciones a sus propias adversidades.
Lo cierto es que un día los miramos y nos damos cuenta de que el tiempo ha pasado muy rápido, que ya no son los niñitos que siempre pretendemos ver.
Muchas veces no queremos aceptar que ya quieren tener su propia vida, y se nos hace difícil admitir que ya no dependen del todo de nosotros, y en su momento alguien extraño para nosotros se convertirá en el centro de su vida y que poco a poco se irán independizando, dejándonos una sensación de vacío.
¡Qué rápido crecen los niños!… El tiempo parece pasar a toda velocidad cuando tenemos hijos. Un día abres los ojos y ya son adultos.
Es cierto que muchas veces los niños nos hacen perder la paciencia o nos eleven el nivel de estrés, pero también nos dan momentos tan especiales de gran valor: su primera sonrisa, cuando por primera vez dicen “mamá” «papá», el abrazo de sus pequeños bracitos, el sentir sus manitas en tu cara o espalda, sus ocurrencias cómicas, sus interminables ocurrencias su carita mientras duermen plácidamente…
Criamos, amamos, educamos, forjamos y creamos. Estas son las frases de amor para un hijo que está creciendo.
El sabor agridulce de ver a nuestros hijos crecer.
FELICIDADES HIJO.