Un carpintero, que había dedicado toda su vida a construir casas de madera, llegó a la edad de la jubilación. Habló con su jefe en relación con sus intenciones de dejar de trabajar para disfrutar más de su familia.
Iba a extrañar la seguridad del trabajo y la paga derivada del mismo, pero necesitaba retirarse.
El jefe sentía tristeza al ver que su buen empleado dejaba la compañía, por lo que le pidió, como un favor personal, que solamente le ayudara a construir una casa más. El carpintero accedió, pero se veía que no estaba poniendo el corazón en su trabajo. Por lo mismo, trabajaba sin entusiasmo y los resultados eran deficientes.
Cuando el carpintero terminó su trabajo, el jefe fue a inspeccionar la casa y una vez hecho esto, entregó al carpintero las llaves de la puerta principal.
«Esta es tu casa -dijo-, es mi regalo para ti».
¡Qué tragedia! ¡Qué pena! Si hubiera sabido que estaba construyendo su propia casa, la hubiera hecho de manera totalmente diferente. Ahora tendría que vivir en la casa que construyó mal y sin entusiasmo.
Si construimos nuestras vidas sin poner en ello lo mejor de nosotros mismos, veremos con pena la situación que hemos creado. Si lo hubiéramos sabido antes, la habríamos hecho diferente.
3 Comentarios
Hermosa reflexión, gracias por compartir contador, Que Dios le Bendiga
Saludos
Silvia
Contador es un gusto leer las reflexiones que comparte, gracias por dar en el clavo, Dios le bendiga.
Gracias a la orden, seguimos compartiendo.