Palmira (junto a la actual ciudad de Tadmur) se sitúa en el corazón de Siria, en pleno desierto.Se trata de uno de los mayores conjuntos arquitectónicos de época romana del mundo, reflejo de la importancia que en su día tuvo la ciudad como punto de paso para las caravanas que comunicaban Oriente con el Imperio romano.
Su estratégica ubicación en el camino de Damasco a la Mesopotamia y la presencia de un abundante manantial de agua jugó un rol fundamental en la región, durante la expansión comercial Helénica. Las caravanas que venían de la India, China, Persia, Egipto y Fenicia debían reponer fuerzas en esta ciudad antes de seguir. De esta manera, Palmira creció hasta convertirse en un gran centro comercial y cultural, poblado por arameos y árabes de origen nabateo, cuyas manos levantaron también la fabulosa Petra, otra estrella del desierto de Jordania.
En el año 106 de nuestra era, el Imperio Romano la anexó a sus vastos dominios. Entonces la ciudad mutó su antiguo nombre de Tadmor (ciudad de los dátiles) por el de Palmira (ciudad de las palmeras), convirtiéndose en una de las ciudades más poderosas de su época, rivalizando incluso con una Roma en decadencia.
Sin embargo, fue una mujer quien marcaría a fuego su historia. En el año 266 ascendió al trono la reina Zenobia. Considerándose a sí misma como descendiente de Cleopatra, su excepcional habilidad y ambición la llevaron a conquistar gran parte de Medio Oriente, hasta enfrentar a las tropas de Aureliano. En 271, Zenobia se enfrentó contra las fuerzas romanas, pero sucumbió estrepitosamente y la ciudad fue incendiada.
Un terremoto selló su destino en 1089, permaneciendo oculta bajo las arenas del desierto que la protegieron hasta que, a principios del siglo XX, comenzó a ser excavada y redescubierta.
El recorrido completo de las ruinas, si se disfruta en todo su esplendor, puede llevar más de un día, y en este ambiente cálido y bastante seco, junto con los vientos y la arena, pueden darle un toque de aventura al recorrido, e incluso uno se puede llegar a cruzar con los beduinos, los nómades que aún siguen viviendo por estas zonas, y que con su característica hospitalidad pueden ofrecerle un lugar junto a ellos para comer el típico cordero asado o cocido con cebollas, que tiene siempre un sabor diferente del que se puede disfrutar en un restaurante.
Aquí un video de estas ruinas que lamentablemente están en peligro de quedar totalmente destruidas ante la guerra civil que se vive en dicho país.
Por lo menos conocerlos por video, ya que difícilmente visitaría uno dichas tierras con todos los conflictos en estos países.
Miguel Chamlaty
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